El instante infinito

Rápido, ahora, aquí, ahora, siempre... La historia no es una línea: es un tejido de instantes. Un ensayo para habitar el aquí y ahora.

El instante infinito

Este ensayo lo escribí acompañado por On The Nature Of Daylight de Max Richter. La melodía se apaga antes que las palabras. Puedes escucharla activando el loop o hacerla regresar desde el minuto 1:30: su regreso acompaña la segunda mitad del ensayo.

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On The Nature Of Daylight Max Richter
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Es una melodía triste y épica, con un violín que me atraviesa. Me hizo compañía —en loop— en la fecha en que empecé a escribir esta lectura, en la noche del domingo 07/09/2025 y en la madrugada del lunes. No dormí lo suficiente para el trabajo, pero da igual. Elegí dónde fallar y dónde no. Ahora, respiro.

Autor y referencia: Busqué y no encontré que fuera de un autor en particular. Es como una frase que es hija de varias tradiciones literarias y poéticas. Se la podría relacionar con fragmentos de T.S. Eliot en Cuatro cuartetos, con Octavio en El arco y la lira, o incluso con el zen.
Cita extraída del Libro: Berta Isla (2017)
Etiquetas: VidaTiempoHistoriaLiteratura, Javier Marías, EnsayoBerta Isla.

La cita

En las tribulaciones de un personaje de la novela Berta Isla.

“La historia es un tejido de momentos sin tiempo... Rápido, ahora, aquí, ahora, siempre …”

— Javier Marías, Berta Isla

El tejido de mi madre

Mi madre teje ocasionalmente, y lo hace muy bien! En los guantes, gorros, pulóveres, suéteres que me ha hecho, puedo ver dirección, unión, compromiso, paciencia, perseverancia, Amor, construcción, cada nudo, cada milímetro cuadrado es compañero de sus vecinos, trabajan juntos, se acompañan en los movimientos independientes de cada uno y se mueven como uno.

Mirando en este momento uno de esos gorros, de color rojo, hecho para el invierno, para que cubra las orejas, cabeza, con un pliegue para apretarse a la altura de la frente. Mi madre tejió muchas prendas de ropa para mi, para sus hijos y compañero de vida. Es increíble como es que han pasado tantos años desde que tejió este gorro para mi, y ahora que lo veo mas detenidamente y veo sus patrones, sus nudos y uniones, sus incluso dibujos, sus formas para hacerlo mas lindo, me hacen darme cuenta de algo.

Porque no lo vi tan detalladamente antes? Recién ahora descubro su verdadero valor. Porque no es un gorro de lana sin mas, es algo que mi mamá con su inmenso amor y esfuerzo creo para que su hijo pase menos frio, algo creado de esta manera, desde el amor y cariño de una madre hacia su hijo/a no tiene su equivalente en dinero. Ni con todo el dinero del mundo se puede comprar algo asi, puedes comprarte gorros de la mejor calidad que quieras, pero uno hecho asi solo lo posees si el azar de la vida o el universo hayan decidido hacerte rico, ahora me estoy dando cuenta, soy extremadamente rico, de una riqueza que no se puede medir en usd.

Asi como mi madre inicio mi tejido de vida en este planeta, puedo intuir que la historia de todos, de cada persona, del mundo, de la humanidad es como un gran tejido. Uno que es de muchos colores, épocas buenas y épocas malas, colores alegres, colores tristes, todo el arcoíris dentro, un tejido incluso algo roto en algunas partes, que si uno mira hasta pensaría que podría desprenderse ciertos eslabones pero que aun asi se mantienen con el conjunto o si, algunas partes se pierden y extravían.

Hay días en que sentimos que el tiempo nos arrastra: corre el reloj, se acumulan tareas, se realizan y cuando alzamos la cabeza, el día terminó. Pero esta frase nos recuerda otra posibilidad: el instante que se abre como una ventana donde no hay antes ni después. Solo “rápido, ahora, aquí, ahora, siempre”.

Es agradable pensar que cada vida está hecha de retazos. No de grandes cronologías, sino de momentos —de todos los colores— que no caben en los relojes, como cuando nos domina una calma al mirar la lluvia por la ventana y no pensamos en nada mas.

Retazos de vida

En mi propia vida, esos nudos únicos del tejido tienen forma de momentos muy específicos. Recuerdo un día en una biblioteca: decidí —y grabé en mi memoria— que uno de mis momentos de mayor felicidad sería ese instante en que, con música en los oídos y letras frente a los ojos, podía respirar. Sentía que vivía; que era libre, incluso de mí mismo.

Rápido, ahora, aquí, ahora, siempre... es el presente, es ser consciente de cada paso que damos, pasos en la vida, en la cinta del tiempo, que no se detiene, a la cual no podemos decirle que espere, que queremos estar aca un rato más.

Me da libertad, siento que soy un pelín más libre, cuando me concentro en esta idea, el pasado, el futuro, los errores y desgracias que pasé, los problemas y miedos de un futuro incierto, quedan tapados en cierta manera, borrosos, si me concentro que soy el aquí y ahora, rápido, aquí, ahora, … siempre soy el aquí y el ahora.

Quizás la historia, más que una sucesión de hechos, es un mosaico de intensidades. Cada cual guarda los suyos. Y en esa suma de instantes suspendidos vamos tramando lo que llamamos “vida”. Lo curioso es que el instante eterno no aparece cuando lo buscamos con desesperación. Llega en lo pequeño: el olor del pan tostado que anticipa un desayuno lento, el silencio de la casa cuando todos duermen, la música que llena el aire y nos borra por un momento la prisa.

El tiempo histórico —ese que divide en siglos, guerras, reinados— suele estar escrito por los poderosos. Pero los momentos sin tiempo son patrimonio de todos. No hay jerarquías ahí: cualquiera puede habitarlos, cualquiera puede reconocerlos. A veces, esos momentos son tan fugaces que parece que no existieron. Pero se quedan: como una chispa que ilumina brevemente un cuarto oscuro, y sin embargo, después de prenderse, nos permite ver mejor el contorno de las cosas.

Aquí y ahora

La frase repite “ahora” dos veces, y me pregunto si no es un eco de cómo vivimos. Un “ahora” que nunca basta, que siempre reclama atención doble. Como si la eternidad necesitara recordarnos que no se trata de un segundo único, sino de una presencia que insiste.

Es un déjà vu que tengo, de errores que cometí, de mentiras que dije a otros y a mí mismo, sueño con esos momentos a pesar que han pasado años, y he sido perdonado y sigo tratando de remediar lo que dañé, mi mente me lo sigue recordando en sueños, en pesadillas, y me despierto con esa horrible sensación de seguir viviendo en esa época, en ese huracán en el que no podía respirar.

Ya pasó, es el aquí y él ahora lo que suceden, debo guiar a mi mente, cuando se extravía y se pierde en otros tiempos y dimensiones, traerla al espacio/tiempo donde se está uno, ya que el futuro sendero que uno caminará depende de lo que haga en el aquí y el ahora. La mente, el subconsciente, rápidamente se pierde en el tiempo pasado y futuro.

La repetición

Repetición, todos los días veo que hago lo mismo, que veo lo mismo, que escucho lo mismo, que pienso lo mismo, que siento lo mismo, que soy el mismo. Creo que vivimos con demasiada rutina, demasiados momentos, instantes, los repetimos a diario, en el trabajo, cuando veo algo que ya he resuelto antes y que toca resolver de nuevo y de la misma manera en que lo resolví tiempo atrás.

En las relaciones, con familia, amigos, las mismas palabras, los mismos comentarios, las mismas frases, expresiones, interacciones, misma comunicación e información y afecto dado y recibido. Con nosotros mismos también pasa, nos vemos, nos pensamos igual, casi no hay variación, como si los días consistieran en repetir lo del anterior, en un 90% de su contenido, creo que eso está mal, creo que la rutina y que las cosas sean tan predecibles hace que nos sequemos por dentro.

La rutina, cuando lo ocupa todo, nos vacía por dentro. Trabajos, gestos, conversaciones que repetimos casi idénticas. Tal vez por eso, al recordar, elegimos los instantes que no pudieron repetirse: esos quedan para siempre.

Creo que si tenemos más presente estas palabras, podremos crear mas fotos, mas aquí y ahora, mas momentos memorables, que recordaremos por siempre, que serán eternos, que serán nuestros, que no los perderemos, que las personas que nos acompañaron allí, también recordaran, como si pudiéramos atrapar ese espacio tiempo, esos segundos.

La memoria

Pero la memoria es sabia: no guarda las rutinas. Guarda los destellos. Me pregunto si lo que llamamos memoria no es, en el fondo, un modo de rescatar esos instantes. Porque no recordamos días enteros, recordamos flashes. El olor del bizcochuelo que hace mi madre. El sonido de la canción What a Wonderful World que sonaba en la radio de casa y me despertaba todos los días antes de ir a primaria y secundaria. Un abrazo de despedida que parecía durar más allá de los cuerpos.

El tiempo cronológico es útil para organizar el mundo, pero no alcanza para narrar la verdad de lo vivido. Por eso el arte, la poesía, la música nos ayudan: porque condensan la eternidad en lo efímero. Un verso puede detenernos más que un año entero. Una melodía puede abrir un territorio donde el tiempo no cuenta. La historia sin tiempo se parece a la música: avanza, sí, pero a la vez repite, se estira, se suspende. Una nota sostenida puede ser tan larga como un silencio. Y en ese vaivén nos reconocemos.

Quizás ahí esté la invitación de la frase: recordar que estamos siempre en el borde entre lo que corre y lo que permanece. Y que si aprendemos a escuchar ese borde, dejamos de sentir que todo se nos escapa.

El agua y el silencio

En el verano, me gustan las piscinas, me encanta flotar en el agua, pecho apuntando al cielo, agua que tapa mis orejas, y flotar, mirar el cielo, las nubes, el azul, y mientras las personas a mi alrededor charlan, comen, u otras cosas, yo, sólo en la piscina, sintiendo el agua, sintiendo mi respiración, mirando el cielo, cierro los ojos, y por un instante todo se vuelve silencio, me vuelvo como el agua, hay paz y me siento eterno y que nada me falta. Iba a decir que es hermoso, pero no es la palabra correcta, diría que, en esa breve pausa, solo soy, solo estoy en ese aquí, ahora, que parece un siempre … a una parte de mi le gustaría que se convierta en un siempre.

Entretejidos

La historia como tejido también significa que estamos entrelazados. Mi instante eterno no existe aislado: se conecta con los tuyos, con los de otros, con los de quienes vivieron antes y quienes vendrán después. Es un bordado que no se ve completo hasta que alguien se acerca y lo acaricia. Mi retazo eterno también lo puede recordar y guardar como tal otra persona que me hizo compañía, lo recordará desde su perspectiva, y ambos tendremos un instante infinito en común. Estamos conectados, unidos, en un gran telar y aunque no lo parezca por todos los conflictos que pasan, nos apoyamos, nos sostenemos entre todos.

Reflexión

Me tranquiliza y alienta pensar que, en un mundo obsesionado con “progresar”, todavía podamos hablar de “momentos sin tiempo”. Es casi un acto de fe en lo invisible. Me alegra haber notado esto, el aquí y ahora. Es una confianza en que lo esencial no se mide en relojes ni calendarios.

Por eso, leer esta frase es como recibir un recordatorio suave: lo único que tenemos es este ahora. No el que pasó ni el que vendrá. Este. Rápido. Aquí. Siempre.

Tal vez la pregunta no sea cómo acumular más días, sino cómo aprender a habitar de verdad esos segundos que no se dejan atrapar.

Tal vez la eternidad no sea un paraíso lejano, sino un instante que aprendemos a sostener.

La vida corre como un río, pero a veces se detiene y nos deja flotar en silencio. Esos son los momentos que nos pertenecen para siempre.

No estamos hechos de años, sino de segundos que se abren como grietas de luz. Lo único que tenemos es este: rápido, ahora, aquí, ahora. Siempre.

¿Cuál fue tu último instante sin tiempo?